CUMBRES BORRASCOSAS de William Wyler. (“Wuthering Heights”, 1939). Escrita por Ben Hecht y Charles McCarthur. Fotografía de Greg Toland. Con Laurence Olivier, Merle Oberon, David Niven, Flora Robson, Donald Crisp, Hugh Williams, Geraldine Fitgerald, Leo G. Carroll. United Artists, USA. (****, de 4)
William Wyler tuvo una carrera ciertamente irregular. Lo mismo era capaz de hacer excelentes películas como “La señora Miniver” (1942) o “Los mejores años de nuestra vida” (1946) que de hacer verdaderos monumentos a lo mediocre y al cartón piedra ya no de los decorados sino de un estilo narrativo, como en “Ben-Hur” (1959) o “Cómo robar un millón” (1966) pero, sin dudarlo, fué un auténtico maestro. Sus excelentes películas nos hacen olvidar las mediocres y, con nuestra buena intención de cinéfilos incondicionales siempre nos sacaremos de la manga alguna buena excusa. Es natural y correcto. Entre sus filmes más antológicos está este, “Cumbres borrascosas”. Está basada en la novela homónima de Emily Bronté y ha sido una obra diversas veces llevada al cine, entre tantas otras se encuentra la que Luis Buñuel realizó en 1953 pero esta vez con el título que pasó a ser “Abismos de pasión”.
Esta versión de “Cumbres borrascosas” está muy bien pero, a mi modo de ver está anclada en los arquetipos básicos del melodrama pero, eso sí, es un melodrama elegante, sumido en esa elegancia de estilo que, por ejemplo podía verse en otras obras de Wyler como, por ejemplo, “La calumnia” (1961). Así que ya que he dicho que es una buena película también convendría destacar los aspectos fallidos del filme, y no fallidos sino muy corrientes. Es corriente en el melodrama coger un libro —por ejemplo— y convertirlo en una novela rosa y eso, en cierto modo, es un poco lo que ha perdido puntos de la película. La novela de Bronté no era una vulgar historia de amor (ya digo que muy bien tratada por Wyler) sino una triste historia de amor y odio. Es una historia desenfrenada sobre dos personas que se aman y que la fatalidad las hace amarse en el fondo aún pero odiarse. Cuando Katy muere resulta patético ver a todos rezando mientras Heathcliff maldice su alma para el resto de sus días. La “Cumbres borrascosas” de Wyler, sin embargo, pese a los fallos que halla podido tener es estupenda, el tratamiento de la luz muy acertado porque a la historia da un cierto hálito gótico muy bien logrado.
Sin embargo, por encima de los demás melodramas está este. Se podría llegar al fondo de lo que pretendía Bronté con el libro y lo que perseguía Wyler con su filme. En los dos hay una mutua conexsión que es una especie de relación demoníaca (Heathcliff es hermano bastardo de Katy), un incesto. Pero esto está tratado muy de refilón, ni siquiera se da a entender esta infernal relación entre los dos. Pero sin conocer este detalle es poco probable que entendamos el odio del hermanastro de Heathcliff (Laurence Olivier) hacia éste; le llama, entre otras cosas, “gitano” y es que es hijo de una gitana y el padre de los dos hermanos, Katy y su hermano (del que luego Heathcliff se vengaría sádicamente). Pero la película de William Wyler es casi redonda. Cuenta con una buena fotografía de Gregg Toland (“Ciudadano Kane” de Orson Welles), con una acertada música y con unas actuaciones excepcionales, predominando la de Laurence Olivier. La realización de Wiliam Wyler como ya he dicho es muy aceptable y la historia, que se desenvuelve entre el amor y la venganza está dotada de una elegancia y depuración de estilo sutil pero perceptible. (1982)