
Tras el gran éxito de “Siguiendo mi camino” Leo MacCarey lleva a cabo un film en el cual se cambia a Barry Fitgerald, el cura gruñón, por Ingrid Bergman, la monja sueca dejando, sin embargo, al cínico cura Bing Crosby en el plantel. Los resultados fueron, son y serán admirables. Leo MacCarey se embarca en esta aventura y la lleva a buen puerto dando a los anales del cinema una atractiva cinta de humor magníficamente dirigida e interpretada. El juntar en un film a dos actores como Ingrid Bergman y Bing Crosby fué genial sin lugar a dudas. Con Ingrid Bergman venimos a revalorar el plantel de mujeres-mitos del Viejo Hollywood que sin embargo sabían actuar y no eran solamente dientes blancos y carita de ángel. La Bergman tiene valía delante de una cámara a capazos, su personalidad, dulzona y romántica en la mayoría de sus films, tiene la capacidad como para saber qué papel está llevando a cabo. Si ha de hacer de médico intentando ayudar a un curiosísimo paciente en “Recuerda” de Hitchcock, lo hace, si ha de hacer de monja BIEN HECHO, lo hace. Ingrid Bergman, con su preciosa cara y su precioso cuerpo poseía algo que muchas actrices desearían para sí: el saber dar el punto adecuado a cada palabra, a cada sílaba y a cada letra.

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