Billy Wilder cuenta en su filmografía con numerosas obras maestras que han sabido crear un entorno, forjar el ambiente que luego harán desencadenar las jocosas situaciones de sus films, esa es una de las clases de su trabajo como director. Wilder que comenzó como guionista y emigra a USA con la esperanza de poder hacer allí lo que quiere: buen cine que no esté censurado por quien en aquel entonces mandaba en su tierra natal, Alemania: Adolf Hitler. Escribió varios guiones cinematográficos como el de, por ejemplo, “Bola de fuego” (“Ball Of Fire”, 1941) de Howard Hawks. Y después pasó a escribir y dirigir sus propias películas para pasar de esta etapa a otra junto a I. A. L. Diamond, coguionista de esta cinta.
Aunque “Uno, dos, tres” no es de sus mejores películas (refiriéndome a las obras maestras que él realizó) sí que pese a ello es un gran film. “Uno, dos, tres” es poseedora de una capacidad satírica verdaderamente grande y además satírica en varios aspectos. No sé qué es lo que critica el filme, o la manera de vivir americana en boca de Otto, el comunista, o la manera de vivir soviética en boca del personaje que interpreta James Cagney –por cierto, hay que aclararlo, espléndidamente—. Seguramente el modo de vivir soviético pues el final es acorde totalmente a la ideología de su país de origen: Estados Unidos. Billy Wilder en esta cinta nos ofrece un producto espléndidamente cocinado y condimentado con los más finos ingredientes. El que pretenda pasar el rato se divertirá y el que espere ver un genial ejemplo del talento de su realizador también lo verá. Hay numerosos momentos magníficos. La persecución es toda una prueba de movimiento de cámara y planos fijos, de movilidad, de acción, de hilaridad y de un excelente montaje. A finales de la película vamos asistiendo a una metamorfosis, si bien empieza la cinta de un modo reposado, continúa endiablándose como puede hasta ir a parar a la última media hora en la cual la situación va tomando un ritmo endemoniadamente acelerado, locuaz, dispar. Los resultados son fruto de la madurez de la valía de Wilder, un viejo berlinés con natalidad y orgullo yanqui que supo dotar al celuloide que pasa por una cámara de un ritmo excepcional, que supo crear una sucesión de planos estupendos ensamblados con encomiable precisión.
Ante todo, Wilder es uno de los grandes de la comedia del cine, un genio en cierto modo semioculto por los que no tienen sensibilidad para notarlo y “Uno, dos, tres” es, en medio de 4 obras geniales la menor pero no por ello despreciable, no señor, al contrario, “Uno, dos, tres...” es un ejemplo notable de que si bien no está a la altura de algunas otras posee un ritmo alucinante y una finura esquizofrénica bañada por el afán lucrativo y de capitalismo del norteamericano. Tal vez, bajo este aspecto de comedia desenfadada sobre un tipo que un día pretendió pasar la “Coca-cola” a la Unión Soviética y que más tarde se ve envuelto en un sabroso lío por culpa de la hija de su jefe hay una crítica, una fina sátira a varias caras de la sociedad: el fanatismo, el afán de poder, el capitalismo... y es que, como numerosas veces he dicho –algo que ya parece haberse convertido en mi lema— que bajo las apariencias más simples siempre hay un ácido corrosivo y satírico, sediento de burla que no es tan difícil descubrir pero que hay que buscar. (1982)
2 comentarios:
Si no lo ha hecho, Profesor, le recomiendo que vuelva a verla. Verá a un Wilder mayor, fresco y actual, frente a otras de sus creaciones que entonces, cuando usted escribió su reseña, nos parecían más maduras y pertinentes, y que han envejecido peor.
Tiene toda la razón, abuelito. La he visto recientemente en un Cortinglés, pero creo que trae algún problema, no tiene subtítulos o algo así. ¿Será cierto?
Gracias por su visita, y un saludote.
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